Una carta de amor

El reloj marca las ocho, como cualquier tarde acerco una silla a la ventana donde me siento a esperar tu llegada. Desde hace ya casi un año he acudido día tras día a nuestra cita, yo

aquí sentada tras los cristales y tú, ajeno a todo, en tu banco favorito del parque.


No conozco tu nombre ni tampoco tu edad pero no me importa porque sé, sin ni siquiera haber escuchado tu voz, que me ha enamorado de ti. Dicen que por amor las personas hacen verdaderas locuras, pero mírame a mí teniéndote ahí al lado e incapaz de acercarme a decirte tan sólo ‘hola’, con tantos ‘te amo’ que te he dedicado en la distancia.

Miedo, siempre ha sido el miedo al fracaso, el miedo al ridículo y el miedo a que se burlen de mí el que ha condicionado mi vida, empujándome continuamente a elegir la huída como camino fácil en todas las decisiones que he tenido que enfrentar. Sin embargo tú, tú no le temes a nada, cada tarde te veo bajar la calle siempre sonriente y parece que tarareando una canción, juego a adivinar qué tema será y sin saber cómo lo consigues me sorprendo a mí misma canturreando contigo. Sé que te encantan las pipas, porque he visto como cada día te has parado en el quiosco a comprar un paquete dónde además te entretienes a hablar un rato con el vendedor, imagino que a menudo sobre el tiempo porque suele mirar al cielo mientras te comenta algo. Luego te observo caminar hacia el mismo banco, si hace buena tarde te sientas para dejar que los últimos rayos de sol acaricien tu rostro pero si por el contrario el día está lluvioso permaneces de pie apoyado sobre el respaldo con la cara hacia el estanque, supongo que te distraes escuchando el delicioso sonido de las gotas de lluvia al caer sobre el agua.

Apenas estás un rato pero te he conocido tanto en estos momentos que sin tú saberlo hemos compartido. Te he visto conversar con jóvenes y ancianos, mujeres, hombres… Presumo que eres culto porque ellos, aunque diferentes entre sí, evidentemente disfrutaban de charlar contigo.

Hoy hace un día estupendo, el sol luce con gran intensidad y aunque el parque está lleno de gente hoy estás solo en tu banco. Yo siempre asustada, admiro tu fuerza y valentía, me asombra como disfrutas del ambiente y seguro recreas cada sonido, cada aroma en tu mente formándote una imagen de aquello que te rodea y que tus ojos no pueden ver. Para ti tu ceguera no es una barrera que te impida disfrutar de la vida y gracias a ti he aprendido que mis miedos no pueden frenarme más. Por eso hoy el sol brilla más fuerte porque hoy he reunido el valor suficiente para compartir ese banco contigo y leerte esta carta que sólo a ti te pertenece.

Mar Albín

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es una carta de amor que se lleva el viento.......

Entradas populares de este blog

Estrella fugaz

Con M