Estrella fugaz
Zoe observaba cada noche el cielo, siempre habían apagado sus ganas de brillar, sembrando dudas en su camino. Sentía la presión pero sabía que no quería ser una estrella más. Una noche sus ojos se posaron en una pequeña estrella que tenía un brillo diferente a las demás. La estrella al descubrir su atenta mirada bajó del firmamento para acurrucarse en las manos que Zoe extendía frente a ella. Ambas se observaban en silencio, maravilladas la una con la otra. –Tienes un brillo especial en los ojos, quiero conocerte mejor. Háblame de tu maravillosa vida –le pidió la estrellita. Zoe se sintió avergonzada, pues no tenía nada interesante que contarle salvo sueños en su cabeza. –Soy sencilla, con muchos deseos–respondió– No soy especial como tú. –Yo tampoco lo soy. Simplemente soy una pequeña estrella en la inmensidad. –No, eres totalmente diferente a las demás. Tu luz es distinta. La estrella brilló con más fuerza entre sus dedos y con emoción respondió: –¿De verdad lo crees? Te confesaré