Cartas a Ariadne

Mi vida,
Necesitaba reflejar en estas letras mis sentimientos. Pasarán años hasta que tú las leas, mas estoy segura que reviviré entonces cada palabra con la misma intensidad y amor con el que te las escribo hoy.


Podría utilizar mil y una frases, que tantas veces he oído pero poca veces he escuchado con sinceridad, aquellas que hablan de la emoción que únicamente se experimenta al ser madre, de la ilusión al sentir una patada por primera vez o de cómo me abrazas el alma tan solo sosteniendo mi dedo en tu mano. Podría usarlas y hacerlas mías pues reconozco que todo es cierto y, al fin, entiendo la profundidad de unas frases tan sencillas y tan poco valoradas.

Aunque todas ellas reflejan mis sentimientos, son una pequeñísima parte de este amor que siento.
Ese amor por el que sonrío al ver tu carita, ese amor por el que me angustio si no me encuentro cerca de ti. Ese amor que me invita a luchar por ofrecerte todo, a soñar con cada día del futuro que me espera a tu lado y a olvidarme de mí porque mi mayor alegría ahora es tu felicidad.

Quizás cuando leas esta carta no comprendas la profundidad que esconden estas líneas pero necesitaba decirte que a tu lado la vida se ve con una luz más bella. Tuve el gran privilegio de traerte al mundo, ayudándote a salir con mis propias manos y abrazarte cuando aún el cordón nos unía. Sólo en unos segundos, antes de cortarlo, el vínculo que nació contigo en mis brazos me ató a ti para siempre.



Sin saber seguro que estabas ahí,
mis manos acariciaban mi vientre,
intuyendo que ya eras parte de mí.
Quererte, sin siquiera verte.
Protegerte, sin aún tenerte.
Tu llegada, nuestra suerte.



Mar Albín








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